La Batalla de la Cordillera Espina de Krond
4 de abril de 2023
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Las cabezas del Tejedestinos no parecían ponerse de acuerdo. Mientras una mantenía su mirada fija en Lanza de Mallus, la otra recorría el horizonte de un lado al otro. Ambas con los ojos en blanco. Graznidos desacompasados dejaban claro que estaban manteniendo una discusión.
Las tres huestes se habían asentado en el interior de la Cordillera Espina de Krond tras conquistar Krondskol y expulsar a los gargantes que habitaban entre los huesos de la bestia divina. Compuestas por demonios de Tzeentch, Nurgle y siervos del dios de las tentaciones, habían llevado nueva vida al lago Gulaeterna y sus alrededores.
La cordillera era un lugar estratégico. Se enrosca sobre sí misma y solo se abre hacia el este, de forma que protege los otros tres lindes con robusta roca ghuriense elevándose cientos de metros sobre el nivel del mar.
Be’lakor miraba atónito los movimientos erráticos de las cabezas de Kairos. A cada graznido, apretaba los colmillos con fuerza. “Y tener que depender a estas alturas de un ave de corral” pensaba.
–¿Quiénes?
La voz del príncipe oscuro resonaba como un trueno en la noche. Despertaba pavor en el corazón de los mortales.
–¡Graac, graac! –le contestó Kairos–.
–¿Y de forma que yo lo pueda entender?
–¡Graac!. Los gargantes, que han acudido a Excelsis contra todo pronóstico.
–Eso lo imaginaba… desde aquí puedo oler el carbón y el azufre. ¿Quién más?
–¡Impensable, graac! ¡Pudrealmas!
–Eso sí que no me lo imaginaba. Habrán venido a disfrutar del festín. ¿Es todo?
–¡Graac! Veo una luz blan…. –se detuvo.
La imponente figura de Kairos se tensó llevándose las manos a los ojos en un claro gesto de dolor. El siguiente graznido rasgó el tejido de la realidad, cruzando el mar de sombras entre los reinos.
–¿Qué ha pasado? –preguntó Be’lakor.
Los ojos de Kairos sangraban.
–Teclis. ¡Graac!
Furioso, Be’lakor se giró, buscando con su mirada entre los slaneeshi. De los cientos que formaban sus filas, todos, menos uno, estaban atentos a la conversación entre el gran demonio y él. Solamente uno, más atento a su propio reflejo dentro del Epitome, le daba la espalda.
–¡Tú! - tronó nuevamente.
–¿Te diriges a mí? –le respondió Sigvald. Alisándose la capa sin darle más importancia.
–¡Tu maestro ha fracasado! Me prometió desalentarlos. Tentarles de quedarse en sus reinos y que así llegásemos a La Lanza.
–¿Y no ha cumplido acaso? –contestó jocosamente—Sabes mejor que nadie que podrían haber sido muchos más. ¿Tú dejarías que ESA hurraca tocase La lanza? Por favor, Be’lakor…
–¿Cómo te atreves a dirigirte a mí de esa forma, maldito mandril? ¡Estamos en desventaja!
Tan grácilmente como pudo, Sigvald se giró. Su capa al vuelo y su melena dorada bailando al viento… a la vez que desenvainaba con tal fiereza y velocidad que el aire desplazado derribó a todos los mortales entre él y el Príncipe oscuro. Y así se quedó, apuntando con su espada a Be’lakor, mientras interior de la cordillera comenzaba a teñirse con una luz rojiza.
–¡Ay! Pezuñas –le contestó burlón mientras alzaba su espada señalando cielo–. ¿No entendiste el grito de Kairos? En desventaja, ya no.
Be´lakor miró arriba. El cielo parecía haber prendido en llamas sobre Thondia. Cuatro enormes bolas de fuego cruzaban las nubes en dirección a Excelsis.
“Skarbrand”.
Sonrió.
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Las gastadas botas de cuero se habían convertido en una especie de prisión para sus cansados pies. El fardo que portaba parecía pesar dos quintales. Aquella larga marcha parecía no tener final. De vez en cuando, algunos veteranos refunfuñaban, discutiendo el sentido de abandonar la seguridad de las grandes murallas que separaban a la Civilización del Caos. Las Viejas Ciudades no respondían sino a un solo deseo, actuando al unísono y sin las más mínima duda. Así es como siempre había sido y debía seguir siendo, pensó Johannes.
Los pendones ondeaban al viento del atardecer, con extraños fulgores que llenaban el cielo. Luces que se desplazaban rápidamente. Aquel era un viento de magia. Fuerzas cuyo origen y motivación no podia comprender se estaban concentrando en la Gran Llanura Rocosa, a los pies de la Cordillera Espina de Krond. El retumbar de la ancestral maquinaria de los Arsenales del Gremio acompañaba aquella sinousa marcha, camino de lo desconocido.
El Comandante Ingeniero, Teodoric de Morischi, asomó la cabeza de la portezuela superior del Axais I. Con un catalejo de brillante plata y adornos nacarados, oteó el horizonte, para confirmar lo que se había anunciado en el Libro de las Profecías del Maestre Reviscindo: el Caos aparecería como una única fuerza en aquel lugar ignoto de las tierras deThondia para asolar los Reinos Mortales. Apresuradamente, volvió a ponerse a los mandos de aquel coloso blindado, incrementando la presión de la caldera para situarse a la cabeza de la comitiva. El resto de tanques de vapor siguieron la orden y aceleraron el paso, haciendo temblar la tierra.
- Esta tierra está condenada. ¡Malditos sean los adoradores del Caos! - gruñó de rabia el hijo de Grungni.
Los elfos miraban con respeto y una debida distancia a aquel héroe superviviente del Mundo que Fue. Entre sus filas, caminaba con paso firme y decidido. No era la primera vez que el mítico Gotrek debía luchar junto a extraños compañeros de armas. Elfos y Hombres eran aliados habituales, pero lo que estaba sucediendo en la Gran Llanura Rocosa estaba fuera de toda lógica. Gigantes, Trolls y No Muertos se habían alineado para combatir los embates del Caos. En la distancia, Gotrek podía observar la silueta de Kragnos, el Destructor de Mundos. No obstante, el archimago Teclis, gran señor del Conocimiento había llegado a la conclusión que esta alianza desesperada podría frenar una primera embestida del Caos. Si esta unión fracasaba, las defensas contra el Caos quedarían expuestas, facilitando su avance sin control. No habría más colaboración que la justa y necesaria, con un acuerdo frágil entre Nagash, Teclis y Sigmar. Los supervivientes de esta batalla volverían a enfrentarse en duelo mortal, pero el escrutinio del futuro que habían realizado los elfos más sabios, determinaban que el futuro de los Reinos Mortales dependerían de lo que sucediese en esa batalla.
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-"¡Una eternidad llevo esperando este momento, jojojojojo!"- regurgitó Pútridus Pestus a sus dos chicos de confianza- "El Abuelo se sentirá orgulloso de nosotros, Flátulus, llevamos siglos esperando devolverle el favor que nos hizo, ¡Y nada menos que al lado del Gran Bel'akor, jojojojo!"
Antaño, más de lo que Pútridus recuerda en realidad, tanto él como todos sus "chicos" fueron una afamada legión de las Ciudades de Sigmar, luchando para preservar el orden en la marea del caos que los rodeó. Tanto tiempo que ni recuerdan sus nombres mortales. Durante gran tiempo fueron invictos, campeones del Dios Rey allá donde fueron...
...Y eso atrajo la atención del Abuelo.
Afectados por una extraña plaga, la legión cayó en la más profunda de las desesperaciones. Murieron uno tras otro sin conocer la causa de tal aflicción. En el momento de máxima desesperación, el comandante de la misma rogó a los poderes ruinosos para la salvación de los suyos...
... Y el Abuelo le contestó.
Tras una eternidad de sufrimiento por la plaga, sus cuerpos se marchitaron y sus almas fueron "salvadas" por el Señor de la Putrefacción, ahora rehechos en daemons de Nurgle, el otrora comandante renació como la Gran Inmundicia que se hace llamar Caius Pútridus Pestus, primer gran comandante de la Legión.
-"Sí, mi comandante" - espetó Flátulus, su bilisgaitero más apreciado-"será una gran batalla, toda la Legión está deseosa de contar las innumerables enfermedades que vamos a propagar entre esos traicioneros mortales, jijijji"
-"Eso espero, no debemos quedar mal ante tales eminencias de los otros Señores que lucharán a nuestro lado, jojojojojo"
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Cómo osas dirigirte a mí, sucio bastardo - le espeta Kragnos al borracho aplastahumanos que aguarda frente al dios
- Me envía mi Rey...balbucea el borracho gigante- el rey Brodd
Kragnos se levanta de su lecho de forma repentina
- ¿Tu rey envía a un miserable borracho que no sabe ni dónde tiene la cabeza para parlamentar con un Dios? ¿Tanto miedo tiene? Kragnos no se postra ante reyes ni dioses, kragnos solo quiere convertir el mundo en polvo, no necesito los servicios de tu rey, ni de tu asquerosa raza, veré el mundo arder
Wigunn se rasca la cabeza indeciso, está tremendamente intimidado por la presencia del Dios, de alguna forma dentro de su limitada inteligencia sabe que su rey lo ha enviado como último recurso, kragnos es impredecible y por qué arriesgar el pellejo pudiendo enviar a un mindundi?
Solo queda una salida para convencer a Kragnos para que se una a esta locura...
- Debo marchar, mi rey solo me dijo que se avecinaba la guerra de todas las guerras, pensaba que alguien como Kragnos quizá querría participar...
Y con esas últimas palabras en el aire el tambaleante aplastahumanos abandonó el campamento del dios Drogukh
Una invasión del caos, el ataque definitivo, una desesperada coalición de las 3 grandes alianzas unidas, no están atacando los reinos mortales, los están invadiendo.
Y así fue como los gigantes a la cabeza del rey Brodd marchó a la guerra con la ayuda de Kragnos, una alianza débil pero necesaria, compañeros de armas mirándose de reojo cada uno maquinando y velando por sus intereses, Kragnos lo tiene claro, le importa un bledo la invasión del caos, solo quiere guerra y destrucción, cuando acabe con las hordas caóticas no dudará en dar la espalda a sus "aliados" y eliminarlos con una rabia que mana por sus poros...en cualquier caso, los reinos mortales sufrirán sea cual sea el desenlace de la batalla...
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A lo lejos Hendrich podía ver la columna de polvo que dejaban tras su paso los tanques a vapor de las ciudades libres. Poco le importaba al nigromante la distancia entre ambas columnas, los mortales en algún momento tendrían que descansar mientras que sus filas de muertos seguirían avanzando inexorablemente.
Extraña alianza que tenemos formada entre nosotros, pensaba Hendrich para si mismo, pero su señor Manfred le había ordenado marchar a la batalla en ayuda de los hijos de Sigmar y del odiado Teclis y nadie en su sano juicio desobedecería las órdenes del astuto vampiro.
-Tal vez pueda sacar algún beneficio de todo esto, con un poco de suerte podré intentar reanimar el cuerpo de algún gigante - decía el nigromante mientras se imaginaba tal proeza.
El ejército de muertos avanzaba lentamente hacia la Cordillera Espina de Krond, a lo lejos se podía ver la cima del pico de Portos, bajo cuya sombra tendría lugar la inminente batalla pero fuese cual fuese el resultado seguramente Manfred obtendría algun beneficio de toda esta sin razón pues el vampiro siempre gana de un modo u otro......La muerte no es la liberación, es el camino para servir a los Señores de la Tumba
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El joven elfo Xhiron (1624 años) esquivaba alegremente las piedras que les lanzaban sus compañeros de la compañía a un lado del camino. La agilidad con la que trepaba por el árbol, se agarraba de las ramas e incluso se atrevía a quitarle el mazo de piedra a sus compañeros de fatigas, no hacía presagiar lo que se avecinaba.
De repente…una enorme sombra y un sonido como el de una montaña que se resquebraja:
- ¡En formación! -era una orden de Avalenor, uno de los lugartenientes de Teclis- Os he dicho que no quiero distracciones en estos momentos- Los soldados que componían las diversas compañías de la Guardia Pétrea Alarith empezaron a sentir miedo cuando vieron los ojos de Avalenor enrojecerse como el fuego, al ver como su gran hocico se contraía y soltaba gran cantidad de vaho…y más aún cuando comprobaron que empezaba a apretar fuertemente sus dos martillos.
El momento de tensión se vio interrumpido cuando a su lado, en el camino de barro, un sonido de cadenas, engranajes y calderas les hizo percatarse de un pequeño regimiento de tanques de vapor. Estos tres pequeños monstruos de hierro, pilotados por los hermanos “Pantaglia”, prodigiosos artesanos de la academia marchaban con decisión a lo que podría ser la última noche para aquellos mortales.
Los elfos además vieron como los ingenieros enanos marchaban al lado de los tanques de vapor, con sus herramientas casi “arcanas”, prestas para la reparación en un fugaz momento.
Solo en ese instante, los elfos se dieron cuenta del momento que estaban a punto de vivir. Una coalición de: hombres de las ciudades libres junto con enanos, Stormcast, Lumineth, vampiros liderados por Manfred, gigantes liderados por el Dios Kragnos y Trolls y Goblins, donde se encontraba el mítico “Fungoide” se habían tenido que reunir de urgencia para salvar a los reinos mortales del ataque de los cuatro dioses del caos.
El gran Archimago Teclis, se encontraba en lo alto del pico conocido como: “Terminus”. Desde ahí divisaba a lo lejos una gran sombra en la tierra y un cielo rojizo. Solo deseaba prosperidad para su pueblo, pero el gran mago de Luz sabía que aquello no era más que el comienzo del “Apocalipsis”.
De reojo, se percató de Manfred, el cual volaba sobre su marea negra de zombis y esqueletos.
Y más aún…observo la soberbia de Kragnos, el cual vociferaba a sus gigantes arengas de guerra entre descalificaciones.
Que había llevado al Archimago Teclis unirse a tales aliados??? Sin duda alguna su pueblo y algo la vida de los humanos, pues entendió que un humano solo está presente en los Reinos mortales unos segundos en comparación con un elfo.
Al final del camino…una algarabia de chillidos, taponazos, risas y “casi descontrol” avanzaba como una plaga. Eran los goblins y los trolls, liderados emocionalmente mente por el “fungoide” al cual transportaban bajo palio debido a su avanzada edad. El viejo mago Goblin era un líder para su comunidad y había decidido asistir a esta batalla. Era un “relicario” para los Goblins.
En esos momentos Teclis fue llevado por Celennar al lugar de Avalenor.
- Señor Teclis…todo preparado!- comunico Avalenor a Teclis.
- Hijos míos, ha llegado el momento más tenido, pero también el más esperado. Hoy escribiremos nuestro nombre en las páginas gloriosas de la eternidad. Guerra…
- Los elfos que componían las diversas compañías de Guardia Pétrea Alarith, marcharon al unísono por el camino de barro, tras los humanos. En ese momento la lluvia, se hizo más intensa…
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"Tenemoz que ir mi señor, y ustez liderarnos en la batalla" dijo el anciano Fungoide
"No veo el porqué tenemos que unirnos a una escoria de tal magnitud, que cada uno rezuelva sus problemaz sin acudir al gran Skragrot, antes éramoz los hazmerreír de loz reinoz y ahora quieren a mis chicoz en su bando" gritó el gran Rey.
"Su Zabiduria es legendaria majeztad pero ezos zeguidores de los falsos diozes ozcuros quieren todo el trozo del pastel y para que nuestro plan de una luna malvada eterna se produzca debemoz parar esta oleada... porque la nuestra zera la buena" comentó humilde el Fungoide.
Skragrot sonrió, tal vez este anciano con hongos tenga razón..."mis múltiples hordas no están preparadas aún para una gran batalla" mencionó.
"Hay un jefe Troll con una buena cantidad de esclavoz con muy mal carácter, que ademaz se han ganado una fama en los últimoz mesez, creo que serán los indicados para la batalla" comentó el anciano.
El Gran Rey grot miró la luna e inmediatamente vio que cambió de dirección, curiosamente hacia la cordillera de la Espina de Krond..
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¿Por qué estoy aquí? Pocas cosas se escapan a mi escrutinio del destino, pero algo se me escapa en esta ocasión. Mi señor Tzeentch me ha mandado aquí según su gran voluntad para predecir los movimientos del enemigo y llevar a Archaon y a Be’lakor a la victoria definitiva contra los reinos mortales pero, ¿estará el gran señor conspirando contra mi? ¿Sabrá que yo conspiro contra el? ¿Me habrá tendido una trampa? ¿Querrá que se la tienda yo a nuestros aliados? ¿O simplemente quiere divertirse viendo un espectáculo desde el panteón ruinoso con sus hermanos? Malditos dioses de caos, niños jugando en un tablero macabro usándonos como marionetas... Si consigo que Be’lakor gane suficiente poder como para desafiar a los señores supremos gran parte de mi plan estará completado, así que tengo que conseguir que salga victorioso.
Los aprendices de magia de mi bando temen el poder del mago elfo.. yo le someteré..